Mientras la grieta permanezca inmodificable en su carácter abusivo, destructivo, impermeable al aprendizaje y fanáticamente adherido a la pobreza intelectual, y a las mentiras declamadas con impudicia asombrosa para asegurarse un poder perverso, estamos en problemas. ¡Ah sí! estamos en problemas.
La grieta es nuestro fracaso como esa sociedad que pretende crear, crecer, ser amistosa, solidaria y compasiva.
Grieta subraya la voracidad y no la sana ambición. La guerra y no el disenso y la discrepancia. Alude a enemigos y no adversarios. Desconoce alternativas y variables y se refugia en estúpidos absolutos disfrazados de verdades irrebatibles.
Los propulsores de la grieta gritan acusaciones, pero no puede obviamente escuchar (imprescindible) al semejante. Es que éste no existe: está el igual a uno y nadie más. Los diferentes quedan borrados por una alucinación negativa.
¿Cómo explicar que el delito en sus diversas manifestaciones, es no sólo amoral, antiético, ajeno a los valores de la vida, sino también carenciante e improductivo?
Es básicamente perdedor, a diferencia de todo aquello que respeta, legitima, estimula y cuida la vida de nuestro semejante, de nuestro conciudadano. Que en definitiva es nuestra propia vida y que merece y tiene el derecho de ser vivida.
Las cosas no están dadas, sino que las hacemos nosotros. Debemos construirlas. Teorías de destinos trágicos inevitables son falacias que evitan el compromiso con conductas valientes, honestas y que anhelan el bienestar y la felicidad.
El camino y la transformación, dos conceptos que deben acompañarnos en todo momento y en todas las áreas, deben exiliar a la zona de confort alienada y alienante. Sino, entonces, seguiremos en serios problemas.
#JEAbadi